En una aldea de Urubamba denominada K’atan, vivía una hermosa mujer, pero de estatura baja
y gorda; ella se distinguía del resto de
la mestizas por sus trenzas; largas, negras y sobretodo, por su urraquería. Luisa
Sicha había heredado de sus finados padres – le dejaron aùn niña – un pedazo de
haza, cercado con piedras, y espinas, con contados árboles de kapulí, sauco y
molle.
Luisa siempre vivió con su tío Francisco, un
viejo por demás cariñoso: pero cuando ella consiguió su pareja, un hombre alto,
encorvado, pálido y humilde llamado Juan; don Francisco quiso oponerse a la relación de
Luisa y Juan, porque éste era un
desconocido en el lugar.
Prontamente doña Luisa y Juan Sicos
construyeron un bohío, compuesto de una habitación, una cocina y un corral para
sus animales. Esta construcción la realizaron al borde de la chacra con
piedras, adobes y techo de paja. El terreno fue dividido imaginariamente en dos
partes. Un pedazo para cultivar maíz anualmente y el otro pedazo para cultivar
permanentemente hortalizas.
Desde el primer momento que salió los
primeros frutos de la tierra. Luisa comenzó a frecuentar el mercado de Urubamba
cargando los productos en su espalda principalmente los días de feria:
miércoles y viernes. Después de expender sus plantas aromáticas (asnapas)
hierbas medicinales y plantas ornamentales, retornaba muy feliz a su bohío
cargando sal, pan, azúcar y otros víveres, resultado del sacrificio de Luisa y Juan.
Para los tiempos de hambre Luisa y Juan ya
tenían el maíz en su troje para venderlo en el mercado.
Había días en que los productos de Luisa no
salían en el mercado; entonces viajaba con frecuencia a otros mercados fuera de
la provincia.
Un día -antes de coger el sueño- Luisa le
dijo a su esposo:
- Juan; el mercado de Maras es excelente para
vender nuestros productos ¿Por qué no adquirimos un burrito para llevar nuestros productos hasta ese mercado? Esposo
hagamos un esfuerzo de ahorrar dinero; comprando un burrito hasta triplicaremos
la ganancia porque el burrito al retorno de Maras traería papas, lizas ocas y
otros tubérculos para la casa.
-Está bien esposa mía – le respondió Juan
lleno de ilusión.
La noche paulatinamente iba entrando en
silencio absoluto, ya no se escuchaba el ladrido lejano de los perros de la
comarca.
Juan, era un hombre completamente dedicado a
sus quehaceres agrícolas; ya sea en su casa realizando alguna actividad, raras
veces se le veía en otro lugar. Si es se le veía era comprando un par de
vasitos de chicha para beber en sus horas de sed; se diferenciaba de los demás
hombres del lugar, puesto que ellos a partir de las tres de la tarde, ya
estaban en las chicherías, bebiendo hasta
altas horas de la noche. Don Juan criaba en su cocina una gran cantidad
de cuyes que alimentaba con el pasto de su huerta, su distracción diaria era:
mirar a los enamoradizos kututos (cuyes machos) tras de las hembras moviendo
sus traseros y ronroneando en competencia. Esta pareja de esposos siempre
festejaban sus cumpleaños-cada uno- comiendo un cuy entero; asado y crocante
mezclado con tallarín al horno, rocoto relleno y un gigante choclo hervido;
luego remataban con algunos vasos de frutillada.
Ciertamente, don Juan y doña Luisa ya tenían
un burrito azulejo aún tierno, ternejo y de patas delgadas. El rucho ya
empezó a ocupar un lugar no solamente en el corral sino también en el canto de
la chacra rasurando con sus dientes grandes el kikuyo (pasto verde) y otras
plantas rastreras.
De pronto, Luisa viajaba al mercado de Maras
llevando cargado en su tierno pollino sus productos de la huerta, Efectivamente
sus sacrificios empezaron a cosechar frutos con una buena ganancia, los esposos
progresaron raudamente.
Un día, a la hora del almuerzo Luisa le habló a su esposo diciendo:
-Juan estas viendo, cómo esta sobrando mucha
comida ùltimamente ¿Por qué no nos compramos un chanchito para cebar? Al
puerquito cuando lo degollemos nos dejara su manteca, fuera de la carne que
vamos a consumir
-Está bien esposa mía lo que has pensado-le
contestó Juan.
Repentinamente Luisa comenzó a sentir
síntomas de embarazo. Ella se alegró con demasía y díjose: Ojalá que sea un
varoncito para que le ayude a trabajar en la chacra a mi esposo.
Un tiempo después, Luisa había comprado un
chanchito de Maras, la venida de este animalito fue recibido con mucho agrado
por Juan, quien de inmediato se fue al corral y preparó una pequeña
chocita con restos de palos y hojarascas de su propiedad ; luego le consiguió
una artesa de piedra para bañarle y darle de comer y beber … El burro al mirar
al pequeño marrano sintió cierta alegría y díjose: ¡Qué alegría ,ya tengo un
amigo con quien puedo pasar los interminables días de cárcel en este
corral! Pronto Juan se desvivió por el
chancho, trayéndole todo tipo de alimentos y, todavía le bañaba todos los
domingos en la artesa. Presto, el cerdo
comenzó a crecer y tomar cuerpo.
Un día, el burro llegó de Maras completamente
agotado no solamente cargando papas, arvejas y cebada sino también a la señora
Luisa. . Don Juan después de descargar al pobre burro lo arreó al corral, luego le dio una porción de chala seca de maíz, el burro
azulejo dio algunos mordiscones y se echó en medio del corral para recuperar
sus fuerzas. El chanchito negro y gordo mirando burlonamente al asno se dijo
así mismo ¿Qué zonzo es este burro?
Realmente es un burro, le cargaron montañas de bultos encima para ir a Maras y
encima la señora se cabalga para retornar, ni siquiera le dan una buena cantidad de
comida. Diariamente le botan unas cuantas cañas de maíz y tiene que morderlas
hasta altas horas de la noche hasta llenar la panza. Siendo él me rebelaría, en
el momento que me están cabalgando y cargando escaparía. Pero este burro es tan
burro y humilde que seguramente en la próxima oportunidad hasta le va cargar al
patrón y a su mujer. Pero yo sí jamás
soportaría estos maltratos, a mí me
traen la mejor comida y en abundancia, me preparan mi cama para dormir y hasta
me bañan semanalmente.
El pollino como entendía el lenguaje del
chancho, soportaba estoicamente todas los sandeces que decía el marrano.
Luisa
y Juan – después de descargar – los
bultos del burro azulejo, se enrumbaron hacia la cocina. Juan, al ver tan
cansada a su esposa – luego que se apoltronó en un asiento de chuchao –le
sirvió un plato de sopa de chuño oliendo a muña. Doña Luisa empezó a masticar
lentamente las papas de la sopa; pero de súbito regaño a su esposo ¿Acaso doña
Luisa estaba malgeniada por el embarazo? Don Juan escuchaba estoicamente todas
las diatribas que lanzaba su esposa. Después de terminar el plato de sopa, Luisa
se retiró a su dormitorio a descansar; mientras que Juan se quedó en la cocina
lavando los trastos. Allí Juan escuchó la conversación de sus dos
kututos que decían:
-Amigo kututo ¿Has escuchado lo que la patrona le dijo al patrón?- habló el kututo
negro
-Sí, la verdad yo no soportaría tanta
injuria de inmediato –después de pegarla-me largaría de esta casa aunque mi
corazón la adore.
-Amigo, nosotros que tenemos cada uno veinte
mujeres ¡Cómo nos respetan ellas! ¡Nos adoran!- Terminó de hablar el kututo
castaño.
Don Juan con un odio cerval miró al kututo,
pero, mentalmente se dijo: quiero saber qué más hablan…
-Así es –respondió el kututo negro y peludo
-Amigo ¿Acaso es la primera vez?- habló el
kututo castaño y pelado
-Así es -respondió el cuy macho.
-Es que el patrón es muy humilde, de donde
sabemos si el hijo que carga en sus entrañas la patrona no es él, puesto que,
ella siempre viaja a Maras, de repente, se ha conseguido un amante - dijo el
kututo castaño y pelado.
Las palabras de los kututos le cayeron a
Juan como un cuchillo al corazón y díjose: éstos no son tan zonzos como creía.
-Amigo la otra vez la patrona dijo que el
pedazo de tierra que usufructúan no es del patrón, sino que es exclusivamente
de la patrona, herencia de sus padres. Después de insultarlo la patrona le
dijo: ¡So inútil, pobretón anda , lárgate a tu pueblo , te estoy manteniendo
hasta vistiéndote- habló el cuy negro y peludo .
-Pero la patrona es injusta, cuando nuestro patrón está solo, se dedica a
trabajar de sol a sol en la chacra, cocina, lava hasta la ropa de la patrona y
limpia la casa. La patrona solamente se dedica a llevar las cargas al mercado
de Maras- habló el kututo castaño y peludo.
Don Juan se puso pensativo y díjose: Estos
cuyes tienen razón, realmente la mujer me ha dominado. Esto no puede ser…
-Amigo ¿Tú permitirías que una de tus
mujeres te levante la voz?- interrogó uno de los kututos.
-Jamás, pero si me levanta la voz le rompo
el hocico con una trompada. Don Juan seguía escuchando lo que
parlamentaban los dos kututos mirando a
las hembras que comían el pasto.
-Pero amigo ¿Por qué todas las mujeres bajas
siempre son dominantes? Les falta tamaño pero les sobra la boca.
-Amigo es la ley de la vida, es una
compensación hasta en los hombres, el hombre pequeño también es un bocón.
El kututo negro y peludo después de mirar y
enamorar moviendo su gordo trasero a una de las cuyas recién paridas dijo:
-Amigo ¿Por qué teniendo tantas mujeres
siempre peleamos por una?
-Ah… amigo, es la ley de la vida cuanto más
tenemos más queremos…
Después de algunos días, la casa de don Juan
y Luisa se abarrotó de gente. La dueña
de la casa comenzó a sentir dolores de parto. Dando gritos escalofriantes; le
atendían dos comadronas. Don Juan se veía en serios apuros para atender a las
visitas, pero presto ella alumbró un hermoso niño rollizo muy parecido a su
padre. Don Juan festejó la venida de su hijo con algunas copas de aguardiente.
Pero se levantó del asiento luego se fue
a la cocina diciendo:
-Aunque me digan que soy un hombre sacolargo,
dominado por mi mujer, qué voy hacer,
ahora tengo un hermoso hijo, y quiero festejar comiendo a ustedes dos
kututos por mañosos y malpensados.
El burro azulejo retornó al corral con la
panza llena pasto que don Juan lo había amarrado en un canto de la chacra.
Pero el marrano fingiendo despertarse de
un falso sueño habló con una voz de burla:
-Pobre burro, dice la patrona ha dado a luz
a un varoncito; desde el próximo viaje tendrá que cargar no solamente los bultos , sino también ,a la patrona y a
su hijo; este burro si será humilde o muy zonzo ni siquiera es capaz de golpear
con su cabeza a la puerta pidiendo comida, éste prefiere morirse de hambre.
Dos semanas después del parto, la señora Luisa partió a Maras
cargando con una manta a su retoño en sus espaldas llevando asnapas, repollos y
serones de kapulí para hacer su consabido negocio.
Don Juan se encontraba completamente
preocupado por Luisa y su hijo puesto que- desde el parto - era la primera vez
que Luisa había partido a Maras con su
negocio.
La señora Luisa, después de vender sus
productos decidió retornar hacia su tierra.
Después de salir de la población
silenciosa de Maras, cabalgó en el burro azulejo, su hijito se encontraba en su espalda. Pronto a sus
ojos de Luisa maravillaron los imponentes picachos de las montañas de Verónica, Chikón y
Pitusiray… La bestia trotaba cargando a su patrona y al niño, llegaron a las
pampas de T’iobamba, muy cerca del hermoso templo colonial.El burro divisó a lo
lejos a un gran número de ovejas, ganados, burros y caballos. La bestia comenzó
inquietarse, se escuchó el rebuzno de un burro hechor. El burro garañón empezó
a galopar, la señora Luisa intentaba controlarle con la rienda, pero no le
hacía caso. La negociante para protegerle a su hijo – porque había perdido el
estribo – desesperadamente se agarró con dientes y uñas de la carona y de los escasos crines de la bestia. El burro se
fue tras de una burra joven de color negro, y se apoderó de ella a puro
mordiscón y patada.
Presto, doña Luisa apareció en el segundo piso;
mientras que su hijo se encontraba en otro nivel. Ella nerviosamente
pedía auxilio a los pastores, pero ellos no sabían qué hacer ya que eran niños.
La bestia después de satisfacer sus instintos, se puso en camino hacia K`atán.
Cuando la bestia llegó a Yawarmaki-como
adivinando que algo malo le iba pasar- descendió con tranquilidad como dándole
seguridad a la señora Luisa y a su recién nacido.
Así el burro garañón asomó en K’atán cargando a Luisa y su párvulo. Por fin a
Juan le pasó la preocupación al ver a la
bestia a su esposa e hijo.
Después de bajarse del burro, le habló la
señora Luisa con una mirada torva diciendo:
-Juan quiero merecer un favor tuyo, pues
me muero de cólera. Este burro me ha
puesto en grandes aprietos y también a mi hijo. Por favor mañana mismo, a la
primera hora debe estar castrado este maldito.
Juan interiormente preguntóse ¿Qué ha podido
pasar con este burro, si él es muy tranquilo?
De inmediato se aproximó al lado del burro y
luego de sacarle la carona le parlamentó como rimando:
-Desde ahora ayunarás
Porque mañana a estas horas
Ya no estarás
Con tus adoradas trolas y boloñas.
Luego de colgar la carona en un altillo de
la habitación del chancho, don Juan se fue en alcance de su esposa.
El porcino, festejó con una risotada y
cuando se calmó dijo como riéndose y recitando:
-Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡pobre burro!
¡Este burro no sabe lo que ha dicho la
patrona!
¡Este burro es tan burro!
¡No sabe qué le va ha pasar mañana!
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ pobre burro!
¡Un burro sin huevos ya no es burro!
¡Un burro sin huevos es una burra!
El pollino paró las orejas, se puso muy
nervioso; y caminaba por el corral de un lugar a otro ¡ tras¡ ¡trus! ¡tras!, pero
cogitabundo, le remeció su cuerpo y díjose:
No he debido correr y subirme encima de la
burra pero no podía evitar la
tentación, perdí la fuerza de la voluntad ¡Me encegué ¡ ¿ Ahora qué hago? Fugarme… pero
la puerta está asegurada con un candado. Al burro se le había quitado el hambre y la
sed, no tenía ganas de morder un pedazo de chala seca.
El chancho seguía despotricando contra el
pollino .Durante la noche, el burro no podía dormir, pensando en que iba a
perder sus huevos. El chancho durmió muy placenteramente.
Para
la salida del sol, el asno ya no tenía las dos boloñas. Lo habían
castrado cuatro robustos hombres-después de tumbarlo y maniatarle con sogas sus
cuatro extremidades-en el centro del corral. El marrano había atisbado todo el proceso de la
castración; pero fingiendo dormir:
Después que se retiraron los capadores,
llevándose los dos huevos del burro para comérselos en asado con un poco de ají
y mote; el puerco habló en forma por demás burlón y como recitando:
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ pobre burro!
¡Ahora si se ha convertido en una gallina!
¡Ahora hasta su propio piojo le va a
cabalgar!
El pobre pollino estoicamente escuchaba la
sorna y desparpajo del chancho, el burro no podía dar un paso adelante porque
las heridas le dolían puesto que le habían echado yodo y aguardiente y, para
remate, sangraba.
La señora Luisa recién sintió algo de tranquilidad
al ver al burro completamente cohibido, pusilámine y sumamente triste, purgaban de sus heridas gotas de sangre y
pus.
El chancho todo orondo comía y dormía en el
corral; mientras que el burro no tenía ni ganas de mascar un pedazo de chala por
el dolor. En contadas horas había adelgazado.
Un día, dijo don Juan que el burro debía de
ir a Maras llevando las cargas de doña Luisa porque este viaje le haría bien
porque sudaría y le purgarían las heridas. Efectivamente el asno partió hacia
Maras, pero esta vez cargado de tomines de chicha en unas angarillas ex profesamente preparadas para estos
menesteres. La señora Luisa regresó de Maras pero trayendo en el burro, una
montaña de ichu, que descargaron la paja punera; allí habló el burro -por
primera vez en el corral como recitando:
-¡Quien como los patrones!
¡Mañana ellos gozarán…!
De una rica carne de marrano!
¡Yo todavía tengo una larga vida!
¡Aunque sin mis dos huevos!
¡El ichu que traje!
¡Mañana estarán pelando!
¡El pellejo de aquel puerco burlón!
¡Quien ríe último, ríe mejor!
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ carajo!
Al día siguiente, muy de madrugada los
cuatro capadores de la patrona Luisa ingresaban al corral armados de cuchillos
y sogas para degollar al marrano.
El burro dormitó fingiendo no escuchar los
desesperados gritos de su detractor.