Les presento mi cuento titulado "Génesis del Maíz" un relato fantástico y apasionate parte del libro "Epopeya de Los Dioses Andinos" ¡Disfrútenlo!
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Cuento N° 29 : EL ORIGEN DEL MAÍZ
Cierto
día, cuando el sol había ingresado perezosamente a su fastuosa morada,
aprovechando la última luz del día, una mujer hermosísima, de color alba,
emergió vislumbrante de la laguna de Yanaqocha. Al verla, un pescador quedó estático.
La mujer se le aproximó y, con sus labios carnosos y dulces, le dió un beso en
la mejilla. Después de sostener un corto diálogo, la muchacha se despidió con
una sonrisa y se sumergió en las profundidades de la negra laguna.
Como
si fuera un ave herida, el pescador no quiso moverse de la orilla de la laguna.
Ni tampoco pensó en retirarse. Todo lo que quería era verla nuevamente. Incluso
pensó lanzarse tras ella a las profundidades de la laguna, pero se retractó
porque ya era de noche, viéndose obligado a retornar a su casa acosado por el
viento y por el frío.
El
pescador era un hombre pobre y además, como era el hijo primogénito, era el
sostén de toda su familia pues, hacía tiempo, su padre se había ido de este
mundo, dejando una escalera de hijos y a la madre, que se encontraba en sus
últimos días de existencia, acosados por el hambre y las enfermedades.
El
pescador iba siempre a la laguna de Yanaqocha, con el propósito de pescar y
llevar algo con que mitigar el hambre de su madre y de sus hermanos.
Pero
el hambre no solo afectaba a su familia, sino también a toda la comunidad puesto que, desde hacía tiempo, la sequía los
asolaba. El resto de la gente podía aún defenderse con los productos que habían
guardado en sus trojes y con los animalitos que les quedaban, pero la familia
del pescador no tenía ningún recurso para comer, salvo lamer la tierra del
suelo.
El
pescador llegó a altas horas de la noche a su humilde bohío. Estaba compungido
y cansado y no llevaba ni un solo pescado. Sin dar ninguna explicación a la
familia, se metió a su lecho. La madre se acercó a su hijo llevándole un plato de hierbas hervidas para
que coma. El joven no sentía hambre, sino que tenía dolor de alma. Para
disimular y no inquietar a su madre, comenzó a tomar la sopa de hierbas.
Después de manducar, se le vino a la cabeza el recuerdo de la mujer y el sueño
se retiró de su delgado cuerpo.
Al
día siguiente, muy de mañana, partió nuevamente hacia la laguna de Yanaqocha,
premunido de una hermosa quena, un anzuelo y grandes deseos de encontrar
nuevamente a la diosa.
Cuando
llegó, de inmediato se posicionó encima de una piedra gigante y, desde ese
lugar y mirando las olas de la laguna, se puso a interpretar las melodías que
se venían a su cabeza. El pescador tenía la esperanza que al escuchar estas
dulzuras, la diosa emergería nuevamente desde las profundidades de la laguna
negra. Pero, lamentablemente, no había indicios del retorno de la musa. El
pescador tenía la firme esperanza que ella viviera, en las profundidades de la
laguna, junto a sus padres y hermanos.
Al
atardecer, cuando ya se venía la noche, recorrió toda la orilla, tocando su
instrumento y buscando un lugar para penetrar hasta las profundidades de la
laguna. Nada consiguió. El joven enamorado, con el corazón partido, muerto de
hambre y sed, regresó a su cabaña llorando de amor.
Su
madre estaba muy preocupada y no comprendía la situación de su vástago. Al
verlo tantos días pensativo y pálido, se aproximó con ternura indescriptible y
le dijo:
-Hijo, te veo delgado y cadavérico ¿qué te está pasando? ¿Por
qué has abandonado tus quehaceres? Ya no tenemos ni hojas de árboles para
darles de comer a tus hermanos, solo queda mi cuerpo flaco para que se lo
coman. ¡Tú eres el sostén de tus hermanos! Ellos aún no pueden defenderse.
El
joven no respondió y se puso a llorar desconsoladamente.
Después
de muchas idas a la laguna, el joven empezó a perder las esperanzas de ver a la
musa de sus sueños y se desesperó. Como la hermosa mujer no emergió más, el
pescador, empujado por la decepción amorosa,
determinó quitarse la vida.
Durante la noche pensó como hacerlo y decidió lanzarse a la laguna de Yanaqocha
con una pesada piedra atada a su cuerpo. Así no se libraría de la parca y
llegaría, aunque sea muerto a la posada de la mujer de sus sueños.
Antes
de lanzarse a la profundidad de las aguas, determinó que por última vez tocaría
su quena, interpretando una hermosa melodía que había creado en homenaje a
ella. Cuando empezó a soplar el hermoso instrumento musical, las aves del
cielo, los peces de la laguna y el viento de las montañas empezaron a llorar.
No pudo concluir la melodía y se lanzó a la laguna, siendo arrastrado su cuerpo
hacia la profundidad por el remolino que formó la inmensa piedra que se había
atado al cuerpo.
Cuando
el pescador se despertó, tocó su cuerpo, pensando que estaba soñando, pero
comprobó que estaba vivo. Se hallaba en un lecho ancho y suave y, a su costado,
estaba la musa de sus sueños. El joven quedó estático de la emoción; la lengua
se le paralizó y no pudo hablar, solamente tuvo valor para abrazarla con una
pasión y amor indescriptible.
Después
de un tiempo de convivencia, el pescador empezó a cambiar de carácter. Ya no
tenía alegría y la tristeza se apoderó de su delgada persona. Hasta que esta
situación afectó a la musa. Un día, ella le dijo al pescador:
-¿Qué te pasa, amor mío? ¿Acaso tienes alguna preocupación?
¿Ya no eres feliz, como los primeros días que nos conocimos? ¿Acaso te
atormenta algún recuerdo?
Frente
a las interrogaciones de la hermosa diosa, el pescador no podía mentir. Tomando
valor, y con la tez completamente afligida, le respondió:
-Diosa mía, es cierto que estoy muy triste. ¿Sabes por qué?
Porque he dejado a mi madre y a mis hermanos en una miseria espantosa.
-Pero ¿Por qué no me lo dijiste antes? Hubiéramos ido donde tus seres queridos
llevando nuestros manjares.
-Diosa mía, no quiero ir solo, porque tengo miedo de perderte.
Tampoco conozco el camino por donde he llegado
pero, si tú me acompañas, yo sería el hombre más feliz del mundo.
-Esta bien, amor mío...pero con una condición.
-¿Cual es la condición? diosa mía...
-Viajaremos esta noche, sin que nos vea la diosa Luna. Mañana
estaremos en tu casa todo el día. Eso sí: a puertas cerradas, porque no quiero
que me vean las personas extrañas. Yo solamente soy para ti.
-Esta bien, diosa – dijo el joven.
Para
festejar esta comprensión, el pescador se lanzó a los brazos de su amada.
Después, ella partió a la cocina para preparar los deliciosos manjares que
llevaría a su suegra y cuñados.
Cuando
la luna desapareció, la pareja, cargada de manjares y vestidos salió, por un
camino misterioso, de la laguna de Yanaqocha. Bajaron guiados por sus
instintos. El pescador tomó la delantera. Después de un largo periplo, llegaron
a la puerta de una choza, que estaba entre gigantescos árboles viejos, en los
bajíos de la montaña. El joven empujo la puerta y vio, en las profundidades de
la habitación, a su madre muerta, rodeada de sus hijos que agonizaban de hambre
y pena. El pescador se abalanzó sobre el cuerpo de su madre, llorando
desesperado. Pero ya era tarde, pues el cuerpo estaba totalmente rígido.
De
inmediato, la hermosa musa auxilió a los agonizantes, repartiendo a cada uno
los manjares que había llevado. Pronto los niños empezaron a reaccionar y aún
tuvieron fuerza para sepultar a la anciana, que había muerto de inanición y
vejez.
Concluidas
las exequias, los amantes se retiraron a un compartimento dentro de la casa,
mientras los hermanos se quedaron dormidos por efecto de la suculenta comida.
Al
día siguiente, muy temprano, los niños abrieron la puerta de la habitación
donde se hallaba la pareja, e ingresaron los rayos del sol, tocando
directamente el hermoso rostro de la diosa que, a su contacto, se petrificó.
Cuando el pescador despertó de su profundo sueño, encontró muerta a su dulce
amada. El pescador dio gritos de desesperación. Los niños empezaron a llorar,
pero todo estaba consumado: ¡ la diosa había fenecido ! El amante, sin
resignarse, lloraba a mares la muerte de la ninfa. Gritaba y suplicaba a los dioses
para que le devolvieran la vida a su adorada musa.
Pronto,
el pescador murió de amor y pena.
Después
de algunos días, los niños, llenándose de valor, sepultaron en una sola fosa a
los amantes.
Después
de algunos días, de la sepultura de la pareja empezó a brotar una hermosa,
verde y extraña plántula. Esto llamó la atención de los niños y como no tenían
hambre por los alimentos que les había entregado su cuñada, empezaron a cuidar
y regar la extraña planta como un homenaje a los finados. Pronto, de en medio
de la planta, comenzó a crecer un extraño bulto, con cabellera rubia (mazorca). La planta continuó desarrollando y
floreció una hermosa panoja. De cada nudo de la planta empezó a brotar un haz
de bellas hojas. Cuando llegó a la madurez, la mazorca se descolgó y comenzó a
deshojarse. Pronto, ante los ojos de los niños, brotaron bellos granos de todos
los colores.
Empujados
por la curiosidad, los niños cogieron un grano y lo masticaron, encontrando un
agradable placer, como no tenían hambre, dejaron que las mazorcas se desgranen.
Presto, de estos granos, empezaron a brotar nuevas plantas.
El
maíz empezó a crecer por toda Singonapampa y luego en sus bajíos. Los hombres
empezaron a llamar a ese lugar Wayoqhari.Wayo (granos o frutos grandes) que
deriva de wayunka. Qhari (hombre colgante)
La
semilla es la diosa y el abono o guano es el hombre.
¿Quién
fue esa musa que apareció en la laguna? Pues fue una hija del dios Sol con la
hermosa Luna, quienes la enviaron a vivir en el Ujupacha (mundo subterráneo) para
que organice a los habitantes de ese lugar. Sin embargo incumplió su mandato,
al salir al Kaipacha (El mundo presente – aquí, la morada de los hombres)
y enamorarse de un hombre. Por tanto el
dios Sol la castigó cuando la encontró en la cama, infraganti, acostada con un
hombre Por eso la musa no quería aparecer ante la luz del Sol ni de la Luna.
El
maíz es el nieto del dios Sol y de la diosa Luna, por eso en la Tierra existe el maíz de
color amarillo (como su abuelo, el dios Sol) y el maíz blanco (como su abuela, la Luna ). El resto de los maices
de colores son los genes de los ancestros del sol y la luna. Por eso los
hombres de Wayoqhari adoran al maíz y lo consumen en cancha, sopa, mote, harina;
inclusive chupan y comen sus cañas. Los tallos y las hojas los consumen sus
animales.
La
chicha es la bebida sagrada de los campesinos. No solo les quita la sed, sino
también el hambre y la pena...y les da fuerza
y valor para realizar las jornadas agrícolas.
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