sábado, 21 de mayo de 2016

En Busca de Los Dioses Andinos: 50 Mitos Leyendas y Otras Narraciones


EL KUTUTO, EL BURRO Y EL CHANCHO


  En una aldea de Urubamba denominada K’atan,  vivía una hermosa mujer, pero de estatura baja y gorda;  ella se distinguía del resto de la mestizas por sus trenzas; largas,  negras y sobretodo, por su urraquería. Luisa Sicha había heredado de sus finados padres – le dejaron aùn niña – un pedazo de haza, cercado con piedras, y espinas, con contados árboles de kapulí, sauco y molle.

  Luisa siempre vivió con su tío Francisco, un viejo por demás cariñoso: pero cuando ella consiguió su pareja, un hombre alto, encorvado, pálido y humilde llamado Juan;  don Francisco quiso oponerse a la relación de Luisa y Juan,  porque éste era un desconocido en el lugar.

  Prontamente doña Luisa y Juan Sicos construyeron un bohío, compuesto de una habitación, una cocina y un corral para sus animales. Esta construcción la realizaron al borde de la chacra con piedras, adobes y techo de paja. El terreno fue dividido imaginariamente en dos partes. Un pedazo para cultivar maíz anualmente y el otro pedazo para cultivar permanentemente hortalizas.

  Desde el primer momento que salió los primeros frutos de la tierra. Luisa comenzó a frecuentar el mercado de Urubamba cargando los productos en su espalda principalmente los días de feria: miércoles y viernes. Después de expender sus plantas aromáticas (asnapas) hierbas medicinales y plantas ornamentales, retornaba muy feliz a su bohío cargando sal, pan, azúcar y otros víveres, resultado del sacrificio de  Luisa y Juan.

  Para los tiempos de hambre Luisa y Juan ya tenían el maíz en su troje para venderlo en el mercado.

  Había días en que los productos de Luisa no salían en el mercado; entonces viajaba con frecuencia a otros mercados fuera de la provincia.

  Un día -antes de coger el sueño- Luisa le dijo a su esposo:
    - Juan; el mercado de Maras es excelente para vender nuestros productos ¿Por qué no adquirimos un burrito para llevar  nuestros productos hasta ese mercado? Esposo hagamos un esfuerzo de ahorrar dinero; comprando un burrito hasta triplicaremos la ganancia porque el burrito al retorno de Maras traería papas, lizas ocas y otros tubérculos para la casa.

    -Está bien esposa mía – le respondió Juan lleno de ilusión.

La noche paulatinamente iba entrando en silencio absoluto, ya no se escuchaba el ladrido lejano de los perros de la comarca.

  Juan, era un hombre completamente dedicado a sus quehaceres agrícolas; ya sea en su casa realizando alguna actividad, raras veces se le veía en otro lugar. Si es se le veía era comprando un par de vasitos de chicha para beber en sus horas de sed; se diferenciaba de los demás hombres del lugar, puesto que ellos a partir de las tres de la tarde, ya estaban en las chicherías, bebiendo hasta  altas horas de la noche. Don Juan criaba en su cocina una gran cantidad de cuyes que alimentaba con el pasto de su huerta, su distracción diaria era: mirar a los enamoradizos kututos (cuyes machos) tras de las hembras moviendo sus traseros y ronroneando en competencia. Esta pareja de esposos siempre festejaban sus cumpleaños-cada uno- comiendo un cuy entero; asado y crocante mezclado con tallarín al horno, rocoto relleno y un gigante choclo hervido; luego remataban con algunos vasos de frutillada.

  Ciertamente, don Juan y doña Luisa ya tenían un burrito azulejo   aún tierno,  ternejo y de patas delgadas. El rucho ya empezó a ocupar un lugar no solamente en el corral sino también en el canto de la chacra rasurando con sus dientes grandes el kikuyo (pasto verde) y otras plantas rastreras.

  De pronto, Luisa viajaba al mercado de Maras llevando cargado en su tierno pollino sus productos de la huerta, Efectivamente sus sacrificios empezaron a cosechar frutos con una buena ganancia, los esposos progresaron raudamente.

Un día, a la hora del almuerzo  Luisa le habló a su esposo diciendo:

    -Juan estas viendo, cómo esta sobrando mucha comida ùltimamente ¿Por qué no nos compramos un chanchito para cebar? Al puerquito cuando lo degollemos nos dejara su manteca, fuera de la carne que vamos a consumir
    -Está bien esposa mía lo que has pensado-le contestó Juan.

  Repentinamente Luisa comenzó a sentir síntomas de embarazo. Ella se alegró con demasía y díjose: Ojalá que sea un varoncito para que le ayude a trabajar en la chacra a mi esposo.

  Un tiempo después, Luisa había comprado un chanchito de Maras, la venida de este animalito fue recibido con mucho agrado por  Juan, quien de inmediato  se fue al corral y preparó una pequeña chocita con restos de palos y hojarascas de su propiedad ; luego le consiguió una artesa de piedra para bañarle y darle de comer y beber … El burro al mirar al pequeño marrano sintió cierta alegría y díjose: ¡Qué alegría ,ya tengo un amigo con quien puedo pasar los interminables días de cárcel en este corral!  Pronto Juan se desvivió por el chancho, trayéndole todo tipo de alimentos y, todavía le bañaba todos los domingos en la artesa.  Presto, el cerdo comenzó a crecer y tomar cuerpo.

  Un día, el burro llegó de Maras completamente agotado no solamente cargando papas, arvejas y cebada sino también a la señora Luisa. . Don Juan después de descargar al pobre burro lo arreó  al corral, luego le dio una  porción de chala seca de maíz, el burro azulejo dio algunos mordiscones y se echó en medio del corral para recuperar sus fuerzas. El chanchito negro y gordo mirando burlonamente al asno se dijo así mismo  ¿Qué zonzo es este burro? Realmente es un burro, le cargaron montañas de bultos encima para ir a Maras y encima la señora se cabalga para retornar,  ni siquiera le dan una buena cantidad de comida. Diariamente le botan unas cuantas cañas de maíz y tiene que morderlas hasta altas horas de la noche hasta llenar la panza. Siendo él me rebelaría, en el momento que me están cabalgando y cargando escaparía. Pero este burro es tan burro y humilde que seguramente en la próxima oportunidad hasta le va cargar al patrón y a su mujer. Pero yo sí  jamás soportaría estos maltratos,  a mí me traen la mejor comida y en abundancia, me preparan mi cama para dormir y hasta me bañan semanalmente.

  El pollino como entendía el lenguaje del chancho, soportaba estoicamente todas los sandeces que decía el marrano.

   Luisa y  Juan – después de descargar – los bultos del burro azulejo, se enrumbaron hacia la cocina. Juan, al ver tan cansada a su esposa – luego que se apoltronó en un asiento de chuchao –le sirvió un plato de sopa de chuño oliendo a muña. Doña Luisa empezó a masticar lentamente las papas de la sopa; pero de súbito regaño a su esposo ¿Acaso doña Luisa estaba malgeniada por el embarazo? Don Juan escuchaba estoicamente todas las diatribas que lanzaba su esposa. Después de terminar el plato de sopa, Luisa se retiró a su dormitorio a descansar; mientras que Juan se quedó en la cocina lavando los trastos.  Allí  Juan escuchó la conversación de sus dos kututos que decían:

    -Amigo kututo  ¿Has escuchado lo que la  patrona le dijo al patrón?- habló el kututo negro
    -Sí, la verdad yo no soportaría tanta injuria de inmediato –después de pegarla-me largaría de esta casa aunque mi corazón la adore.
   -Amigo, nosotros que tenemos cada uno veinte mujeres ¡Cómo nos respetan ellas! ¡Nos adoran!- Terminó de hablar el kututo castaño.

  Don Juan con un odio cerval miró al kututo, pero, mentalmente se dijo: quiero saber qué más hablan…
    -Así es –respondió el kututo negro y peludo
    -Amigo ¿Acaso es la primera vez?- habló el kututo castaño y pelado
    -Así es -respondió el cuy macho.
    -Es que el patrón es muy humilde, de donde sabemos si el hijo que carga en sus entrañas la patrona no es él, puesto que, ella siempre viaja a Maras, de repente, se ha conseguido un amante - dijo el kututo castaño y pelado.

  Las palabras de los kututos le cayeron a Juan como un cuchillo al corazón y díjose: éstos no son tan zonzos como creía.
    -Amigo la otra vez la patrona dijo que el pedazo de tierra que usufructúan no es del patrón, sino que es exclusivamente de la patrona, herencia de sus padres. Después de insultarlo la patrona le dijo: ¡So inútil, pobretón anda , lárgate a tu pueblo , te estoy manteniendo hasta vistiéndote- habló el cuy negro y peludo .
    -Pero la patrona es injusta,  cuando nuestro patrón está solo, se dedica a trabajar de sol a sol en la chacra, cocina, lava hasta la ropa de la patrona y limpia la casa. La patrona solamente se dedica a llevar las cargas al mercado de Maras- habló el kututo castaño y peludo.

  Don Juan se puso pensativo y díjose: Estos cuyes tienen razón, realmente la mujer me ha dominado. Esto no puede ser…
     -Amigo ¿Tú permitirías que una de tus mujeres te levante la voz?- interrogó uno de los kututos.
    -Jamás, pero si me levanta la voz le rompo el hocico con  una trompada.  Don Juan seguía escuchando lo que parlamentaban los dos kututos  mirando a las hembras que comían el pasto.
    -Pero amigo ¿Por qué todas las mujeres bajas siempre son dominantes? Les falta tamaño pero les sobra la boca.
   -Amigo es la ley de la vida, es una compensación hasta en los hombres, el hombre pequeño también es un bocón.

El kututo negro y peludo después de mirar y enamorar moviendo su gordo trasero a una de las cuyas recién paridas dijo:
    -Amigo ¿Por qué teniendo tantas mujeres siempre peleamos por una?
    -Ah… amigo, es la ley de la vida cuanto más tenemos más queremos…

  Después de algunos días, la casa de don Juan y Luisa se abarrotó  de gente. La dueña de la casa comenzó a sentir dolores de parto. Dando gritos escalofriantes; le atendían dos comadronas. Don Juan se veía en serios apuros para atender a las visitas, pero presto ella alumbró un hermoso niño rollizo muy parecido a su padre. Don Juan festejó la venida de su hijo con algunas copas de aguardiente. Pero se levantó del asiento luego se  fue a la cocina diciendo:
   -Aunque me digan que soy un hombre sacolargo, dominado por mi mujer, qué voy hacer,  ahora tengo un hermoso hijo, y quiero festejar comiendo a ustedes dos kututos por mañosos y malpensados.

  El burro azulejo retornó al corral con la panza llena pasto que don Juan lo había amarrado en un canto de la chacra. Pero  el marrano fingiendo despertarse de un falso sueño habló con una voz de burla:
    -Pobre burro, dice la patrona ha dado a luz a un varoncito; desde el próximo viaje tendrá que cargar no solamente  los bultos , sino también ,a la patrona y a su hijo; este burro si será humilde o muy zonzo ni siquiera es capaz de golpear con su cabeza a la puerta pidiendo comida, éste prefiere morirse de hambre.

  Dos semanas después del  parto, la señora Luisa partió a Maras cargando con una manta a su retoño en sus espaldas llevando asnapas, repollos y serones de kapulí para hacer su consabido negocio.

  Don Juan se encontraba completamente preocupado por Luisa y su hijo puesto que- desde el parto - era la primera vez que Luisa  había partido a Maras con su negocio.

  La señora Luisa, después de vender sus productos decidió retornar hacia su tierra.  Después de salir de  la población silenciosa de Maras, cabalgó en el burro azulejo, su hijito  se encontraba en su espalda. Pronto a sus ojos de Luisa  maravillaron  los imponentes picachos  de las montañas de Verónica, Chikón y Pitusiray… La bestia trotaba cargando a su patrona y al niño, llegaron a las pampas de T’iobamba, muy cerca del hermoso templo colonial.El burro divisó a lo lejos a un gran número de ovejas, ganados, burros y caballos. La bestia comenzó inquietarse, se escuchó el rebuzno de un burro hechor. El burro garañón empezó a galopar, la señora Luisa intentaba controlarle con la rienda, pero no le hacía caso.     La negociante para protegerle a su hijo – porque había perdido el estribo – desesperadamente se agarró con dientes y uñas de la carona y de  los escasos crines de la bestia. El burro se fue tras de una burra joven de color negro, y se apoderó de ella a puro mordiscón y patada.
  Presto,  doña Luisa apareció en el segundo piso; mientras que su  hijo   se encontraba en otro nivel. Ella nerviosamente pedía auxilio a los pastores, pero ellos no sabían qué hacer ya que eran niños. La bestia después de satisfacer sus instintos, se puso en camino hacia K`atán.

  Cuando la bestia llegó a Yawarmaki-como adivinando que algo malo le iba pasar- descendió con tranquilidad como dándole seguridad a la señora Luisa y a su recién nacido.

Así el burro garañón asomó en K’atán  cargando a Luisa y su párvulo. Por fin a Juan  le pasó la preocupación al ver a la bestia a su esposa e hijo.

  Después de bajarse del burro, le habló la señora Luisa con una mirada torva diciendo:
-Juan quiero merecer un favor tuyo, pues me  muero de cólera. Este burro me ha puesto en grandes aprietos y también a mi hijo. Por favor mañana mismo, a la primera hora debe estar castrado este maldito.

Juan interiormente preguntóse ¿Qué ha podido pasar con este burro, si él es muy tranquilo?

  De inmediato se aproximó al lado del burro y luego de sacarle la carona le parlamentó como rimando:
   -Desde ahora ayunarás
   Porque mañana a estas horas
   Ya no estarás
  Con tus adoradas trolas y boloñas.
                         
  Luego de colgar la carona en un altillo de la habitación del chancho, don Juan se fue en alcance de su esposa.

El porcino, festejó con una risotada y cuando se calmó dijo como riéndose y recitando:
    -Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡pobre burro!
    ¡Este burro no sabe lo que ha dicho la patrona!
    ¡Este burro es tan burro!
    ¡No sabe qué le va ha pasar mañana!
    ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ pobre burro!
    ¡Un burro sin huevos ya no es burro!
    ¡Un burro sin huevos es una burra!

El pollino paró las orejas, se puso muy nervioso; y caminaba por el corral de un lugar a  otro ¡ tras¡ ¡trus! ¡tras!, pero cogitabundo, le remeció su cuerpo y díjose:
No he debido correr y subirme encima de la burra pero no   podía evitar la tentación, perdí la fuerza de la voluntad   ¡Me encegué ¡ ¿ Ahora qué hago? Fugarme… pero la puerta está asegurada con un candado.  Al burro se le había quitado el hambre y la sed, no tenía ganas de morder un pedazo de chala seca.

  El chancho seguía despotricando contra el pollino .Durante la noche, el burro no podía dormir, pensando en que iba a perder sus huevos. El chancho durmió muy placenteramente.
Para  la salida del sol, el asno ya no tenía las dos boloñas. Lo habían castrado cuatro robustos hombres-después de tumbarlo y maniatarle con sogas sus cuatro extremidades-en el centro del corral. El marrano  había atisbado todo el proceso de la castración; pero fingiendo dormir:

  Después que se retiraron los capadores, llevándose los dos huevos del burro para comérselos en asado con un poco de ají y mote; el puerco habló en forma por demás burlón y como recitando:

    -¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ pobre burro!
    ¡Ahora si se ha convertido en una gallina!
    ¡Ahora hasta su propio piojo le va a cabalgar!
            
  El pobre pollino estoicamente escuchaba la sorna y desparpajo del chancho, el burro no podía dar un paso adelante porque las heridas le dolían puesto que le habían echado yodo y aguardiente y, para remate, sangraba.
                         
  La señora Luisa recién sintió algo de tranquilidad al ver al burro completamente cohibido, pusilámine y sumamente triste,  purgaban de sus heridas gotas de sangre y pus.

  El chancho todo orondo comía y dormía en el corral; mientras que el burro no tenía ni ganas de mascar un pedazo de chala por el dolor. En contadas horas había adelgazado.

  Un día, dijo don Juan que el burro debía de ir a Maras llevando las cargas de doña Luisa porque este viaje le haría bien porque sudaría y le purgarían las heridas. Efectivamente el asno partió hacia Maras, pero esta vez cargado de tomines de chicha en unas angarillas  ex profesamente preparadas para estos menesteres. La señora Luisa regresó de Maras pero trayendo en el burro, una montaña de ichu, que descargaron la paja punera; allí habló el burro -por primera vez en el corral como recitando:

    -¡Quien como los patrones!
    ¡Mañana ellos gozarán…!
    De una rica carne de marrano!
    ¡Yo todavía tengo una larga vida!
    ¡Aunque sin mis dos huevos!

   ¡El ichu que traje!
   ¡Mañana estarán pelando!
   ¡El pellejo de aquel puerco burlón!
   ¡Quien ríe último, ríe mejor!
   ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!¡ carajo!

  Al día siguiente, muy de madrugada los cuatro capadores de la patrona Luisa ingresaban al corral armados de cuchillos y sogas para degollar al marrano.

  El burro dormitó fingiendo no escuchar los desesperados gritos de su detractor. 

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